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Nombre: marcolico
Ubicación: Conchalí, Santiago, Metropolitana, Chile

18 de abril de 2008

Historia Mamona

Desde el primer momento que conocí a Verónica, me gustó. Y mucho. Casi como amor a primera vista. Esto fue, para poner en contexto, por septiembre u octubre del 2001. Estaba cursando segundo medio y vivía por primera vez fuera de mi comuna natal, Conchalí, para estar en San Bernardo. Fue en uno de esos grupos tipo pastorales como el EJE. Ese día en especial, un viernes, se debía ir con los padres. Nos separaron en grupos de cinco o seis personas y nos dieron un tema para conversar. Recuerdo estar leyendo una hoja que nos entregaron sin preocuparme por el resto de las personas; ese día estaba cansado porque, durante la mañana, en el colegio, había disertado y fue un largo día ya que hubo clases hasta las seis y media de la tarde. Estudiaba en Providencia y el EJE era en Quilicura. Estaba, en verdad cansado, pero no por eso andaba desaliñado; salvo las ojeras, estaba tal como había salido por la mañana desde San Bernardo: vestido con un terno gris regalado; demasiado fuera de tono para un pendejo de quince años, más aún si agregamos un maletín y mi cara de viejo chico. En eso estaba, leyendo, cabeza gacha, antebrazos apoyados en mis piernas abiertas cuando, poco a poco, empecé a levantar la vista. ¿Han visto en las películas, la típica escena “chico conoce a chica”? Esa en donde el tiempo se detiene un segundo para luego volverse una cámara lenta mostrando a “chico” con cara de idiota y a “chica” sonriendo, ojos brillando y el pelo moviéndose de manera irreal (como en los comerciales de shampoo), mientras de fondo suena una canción pegote y semi romántica. ¿Saben a que me refiero? Apostaría mi cabeza a que sí; escenas como esas están plagadas en el cine. Algo así me sucedió esa vez. No al pie de la letra, claro está. No dudo que por mi parte sí había una cara de idiota, pero ella no era (ni es) Meg Ryan ni se le movía el cabello ni había una canción para salir tarareando después de eso. Mejor les cuento cómo vi todo. Cuando alcé la vista, mi cabeza seguía repasando lo leído y lo sucedido durante el día por lo que no me percaté de inmediato en ella o, mejor dicho, no procesé lo que estaba viendo: una niña de mi edad, delgada, con lentes, pelo negro y ojos sonrientes. Allí fue cuando el tiempo se ralentizó, el ruido ambiente disminuyó y mi mente cinéfila agregó una melodía mamona. Era ella y yo frente a frente. Nada más, ni luces, ni gente alrededor, ni cansancio. Sólo ella llenando mis sentidos (tan cursi como lo leen). En alguna parte de mi conciencia había una voz que me decía: es ella, la que siempre buscaste, la que siempre faltaba, la que te hará ser un mejor hombre, la que te visitaba en sueños con promesas de días felices; es ella, a quien extrañabas sin conocerla, sabiendo que estaba en algún lugar del mundo, esperándote y ¡mira! Está frente a ti, sonriendo, a un par de metros de distancia, al alcance de tus manos; eres un hombre afortunado, de todos los lugares del mundo, está aquí, frente a ti y sabes que es ella, sino ¿cómo explicar la sensación de que la conoces desde siempre? Es ella, no hay duda, lo sabes y probablemente ella también lo sepa. Háblale, ve y dile lo feliz que estás por al fin conocerla, cuéntale de tus miedos a no encontrarla jamás y seguir sólo, sin el complemento que te haría un ser completo; dile que de hoy en adelante todo será miel sobre hojuelas, tardes de otoño caminando juntos sin sentir el frío, conversaciones eternas sin cansancio, dile, en definitiva, lo agradecido que estás de que esté frente a ti. ¡Hazlo! Obviamente, nada de eso fue dicho, al menos en esa ocasión. Lo que sí sucedió fue que le sonreí y hablamos (y mucho), dejando de lado a las personas que se encontraban a nuestro alrededor. Tenía opinión, eso me gustó. Al igual que yo, le gustaba leer. Por fin conocía a alguien con quien conversar sobre temas que yo consideraba interesantes. Supongo que por eso congeniamos tan bien; a esa edad (y a cualquiera) es difícil encontrarse con alguien con quien compartir ideas sobre temas que a otros no les interesa. Y conforme iban pasando las semanas, logré conocerla y saber que tuve razón al sentir que era ella a quien yo necesitaba. Lo que sigue después se puede resumir de la siguiente manera: supe de una manera abrupta que estaba pololeando, pasaron los años, esa relación terminó, cada cierto tiempo nos juntábamos y aprendí a quererla, creo también que me enamoré de ella, pasé penas de amor, pasaban meses que no nos veíamos y cosas así. Pero siempre que nos juntábamos la pasábamos bien. Hubo secretos y confesiones. Fue bonito, no me quejo.

La segunda semana de enero de este año, vino a verme, les presenté a mis amigos y luego, al ir a dejarla al paradero nos asaltaron. Desde ese día, que perdí todo rastro de ella hasta que me la topé en un pub cercano a mi casa. Ella no me habló, ni siquiera un saludo.

Esa es mi historia, está llena de momentos memorables que me gustaría contar en otra ocasión. Pero por el momento quiero que entiendan esto: conocí a alguien que marcó una parte importante de mi vida y hoy sólo tengo el recuerdo de ella en un pub sin dirigirme ni una mirada. El resto, como diría Zambra, es literatura.

P.D.: Dudé mucho en si debía o no subir esto, sobre todo sabiendo que involucraba a terceros. Pero es mi historia, bajo mi perspectiva, tan real y certera como puede ser algo comentado desde sólo un punto de vista. Espero no causar malestar en la aludida. Ahora, si quieren dejar sus opiniones, no me molestaré. Gracias por su tiempo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Estoy sorprendida, con un nudo en la garganta y riendome para no llorar (sí, soy de "lagrima facil").
La vida es tan rara y definitivamente un chiste cruel, porque hoy más que nunca sé lo que se siente encontrar a alguien que te provoque todas esas sensaciones y que, por motivos que estan fuera de nuestro manejo, no puedes tener como quisieras.
Lo primero, yo no era la chica que viste en el pub.
Segundo, ya te explicare por que desapareci, y te juro que es un motivo bien justificado y que no pude controlar (tú conoces muy bien mis "traumas").
De verdad siento mucho no darte lo que qeieres y mereces, pero no se manda en el corazón, lo hemos hablado millones de veces, y yo no la he sacado gratis tampoco, en estos minutos yo estoy viviendo lo mismo que te he hecho pasar a ti, y me pesa cada mal rato que te he provocado.
Extraña sorpresa con la que me encontre, definitivamente tenemos que hablar.
Besos
Veronica.

4:46 p. m.  

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