El Joven prodigio ahora en la Web!!!

Como no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, he creado el anhelado Blog del Joven Prodigio. Acá podrás enterarte de lo último de su vida y sus pensamientos. Esperamos tus comentarios.

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Nombre: marcolico
Ubicación: Conchalí, Santiago, Metropolitana, Chile

12 de febrero de 2009

Watchmen Widget

23 de octubre de 2008

Las Aventuras del Mostro del Lago Ness


Primera parte.

17 de julio de 2008

The Dark Knight

Anoche la fui a ver y es la película es TODO lo que se dice que es.

VEANLA.

No quiero caer en SPOILERS así que daré sólo comentarios vagos.

Es años luz mejor que la primera. Profundiza notablemente en los personajes secundarios, Harvey Dent está muy bien caracterizado, Gary Oldman como J. Gordon está más que bien, dotando de humanidad al personaje;etc. Todos están muy bien, actuaciones convincentes, el Batman que vemos es lo más similar al de los comic que nos a dado el cine, si hasta en un momento [spoiler]¡aparece con los ojos blancos como en los comic![/spoiler].

Mucho se ha hablado del nuevo Joker y creo que todos nosotros sabíamos que estabamos frente una gran actuación. Y sí, es cierto, el Joker que aparece en esta película, se come la pantalla, nada más importa cuando él está en escena. Y da miedo. De verdad, no exagero, da mucho miedo. Tanto como un Anibal Lecter o el Drácula de Lee cuando eramos pequeños. Hasta hace poco (antes de ver la película, de hecho), pensaba que al personaje del Joker podía dársele diferentes matices para que cada actor lo amoldara a lo requerido por la historia... algo así como pasa en los comic: a veces es un payaso, otras un mafioso, otras un terrorista, se entiende la idea. Pero con la actuación de Heath Ledger no se puede volver a imaginar a otro Joker mejor que él. Es como si intentásemos ver El Padrino sin Marlon Brandon, Al Pacino o Robert de Niro, puede que otro actor de calidad pudiese hacer algo decente, pero no al nivel de la, (no se si decirlo), PERFECCIÓN.

TDK es una película para el lucimiento de los actores, no sólo para Ledger, pero, en definitiva, esta película será recordada por su MAGNIFICA interpretación. Con el paso de los años en muy posible que su personaje entre en las típicas listas de “Los 100 mejores personajes de la Historia del Cine”.

Durante la película asistimos al desmoronamiento social de Gotham City, corrupción en todos sus niveles, vemos las implicancias políticas que acarrea un personaje como Batman. En algunas partes, sobre todo al final me sentí como estar viendo WATCHMEN BATMAN. Todo ese peso moral, esas grandes y confusas áreas grises en que la vida se mueve. La toma de desiciones por gente que es superada por lo grande de las mismas. Batman no es un héroe, es algo más y en la película queda bien reflejado.

Mi opinión personal es que estamos ante un GRAN PELÍCULA, frente a CINE de calidad, de ese con mayúsculas. Es una película policial, un triller que recuerda mucho a las mejores cintas de Scorsese. Si en Batman Begins se nos presenta al Batman ninja, acá nos presentan al Batman detective.

Hay varias cosas más que quiero comentar, pero esperaré algunos días hasta que la mayoría la haya visto para poder compartir impresiones más a fondo.

Al terminar la película quedé con una sensación de cansancio, no porque haya sido fome, sino que es una película espesa (que no densa), llena de matices que van más allá de las típicas películas de superhéroes.

Puede que Marvel lleve la delantera en lo que adaptaciones se trata, pero con TDK DC gana por knock out. Prefiero ver una película a este nivel cada cinco años que cientos de adaptaciones mediocres. ¿Te gustó HULK? ¿te gustó IRON MAN? A mi sí (sobretodo IRON MAN), pero esto es algo diferente. Algo adulto. Demoledor como el Caballero Oscuro. Y eso que la mayor parte de la película está desarrollada en pleno día.

Creo que me extendí más de lo esperado.

Saludos.

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30 de mayo de 2008

Noticias varias

Estoy escribiendo un cuento que se ha ganado por derecho propio la gran mayoría de mis ratos libres. Trata sobre muchas cosas que me interesan. Es el cuento que me gustaría leer. Trata, entre otras cosas, sobre la ambición, el conocimiento, los libros, la búsqueda, el libre albedrío, el destino, el castigo y redención, la naturaleza humana, el sadismo y violencia, el cuerpo como un libro de nuestra vida. Son muchas tangentes y no sé si lograré darle la forma adecuada, pero lo estoy intentando. No quiero que quede como un cuento pretencioso, sino como una fábula casi infantil que puede ser interpretada a diferentes niveles. Sé que suena pedante y puede que lo sea, pero ese es el cuento que quiero escribir. Y creo ir bien encaminado. Lamentablemente no tengo la cantidad de horas necesarias para lograrlo: el cuento tiene vida propia. Siempre he escuchado decir a los escritores que las historias nunca terminan siendo lo que en un comienzo se plantearon, sino que, crecen y mutan hasta terminar siendo algo totalmente diferente. En el caso de mi cuento algo similar ha sucedido. Empecé rumiando un par de ideas para una historia de máximo cuatro o cinco páginas, pero la realidad es que los personajes han crecido y generado matices que no tenía contemplado; las ideas se concretan frente al monitor sin que pueda encausarlas en la dirección que yo quiero, pero terminan siendo correctas dentro de su lógica. Recién ahora, luego de cincuenta días, están llegando al punto que tenía previsto como el inicio de la historia. Eso me sorprende.

Acá les dejo el primer texto escrito para que lo lean. Puede que cambie o se suprima de aquí al final de la historia; no lo sé. Más adelante lo veremos.


No sé muy bien como parte esta historia, pero convengamos que comenzó a tejerse 27 años atrás. Por ese entonces, él tenía 13 años y eran un joven silencioso, de mirada profunda y voz gruesa. Su piel era pálida, amarillenta casi, con el pelo de un color castaño sucio pegado a su mofletuda cara. De frente pequeña y mentón hundido. Sus brazos y piernas eran demasiado delgadas para su abultado abdomen. Eso le molestaba, sobre todo su mentón, que le deba al conjunto de su rostro un aspecto tímido, casi afeminado. Y él no lo era. ¡Oh, no, no lo era! Lo sabía con una certeza absoluta. Aunque todos opinasen diferente.

Les demostraría que estaban equivocados.

Así comenzó su búsqueda.



Ese es el punto de partida del cuento.


Por otra parte, en mi trabajo me ha ido como las pelotas. He hecho mi máximo esfuerzo en lograr todos los objetivos propuestos y la realidad a sido nefasta: mi estabilidad laboral está peligrando. Trabajo a toda máquina dando todo de mí y los resultados son pencas. Al menos, si me despiden, estaré con la conciencia tranquila de haber hecho todo cuanto pude. Me iría con la frente en alto. Pero no me echaré a morir sino hasta que tenga el sobre azul frente a mí y deba comenzar de cero en otro lugar.

Mientras tanto, escribo he investigo para mi cuento y, además, estamos junto a unos amigos preparando un cortometraje. Cada uno tiene sus preferencias e ideas muy diferentes entre sí, pero estamos enfocados en divertirnos y dar lo mejor de nuestras fortalezas por un fin en común: contar una buena historia. Aunque no sé si el apelativo de “historia” sea la mejor forma de describirla. Trataremos de sugerir más que de explicar. Más cercanos a Lynch que a Spilberg, si me entienden.

En un lado más frívolo les cuento que estoy en una especie de competencia con Camila en quien de los dos baja más de peso. De mis cetáceos ochenta y dos kilos he bajado dos durante diecisiete días. Un buen número para alguien como yo que prefiere los placeres culinarios antes que tener un físico espartano.

Eso es todo hasta el momento. Cualquier novedad importante, se las haré saber.

Saludos.

2 de mayo de 2008

Vacaciones


El año pasado trabajé como negro y obtuve buenos resultados, por eso en marzo me permití una semana de vacaciones. Poco tiempo, lo sé, pero lo disfruté al cien por ciento.

El verano pasado fuimos a Rapel con mi grupo de amigos. Allí fue donde empecé a juntarme y conocer a Camila (creo que se los conté). Fue un buen paseo. Por lo que desde ese entonces que planeábamos hacer algo similar este año. Alguien ofreció una casa en la playa, otro dijo “vamos para este otro lado” y así fueron saliendo varias opciones. Ninguna resultó, así que la alternativa más realista era ir a acampar al Cajón del Maipo. Todos estaban de acuerdo menos yo. Quiero que entiendan lo siguiente: si me saqué la cresta TODO el año trabajando, fines de semana incluidos, lo único que quería era ir a un lugar cómodo, nada de lujos ni excentricidades, sólo un lugar cómodo donde dormir la mona y un baño limpio, ¿es, acaso, mucho pedir? Lo dudo. Me preparé para que los nueve días de descanso fueran perfectos: compré cervezas de diferentes países, sabores y estilos; me abastecí con comida de soltero para no tener que cocinar a menos que quisiera, sólo alimentos a los que echar agua hirviendo o meter tres minutos al microondas, cosas así. Y lo más importante: cantidades industriales de Gatorade y antiácidos efervescentes para poder resistir. Separé una gorda suma de dinero para gastarla en mis vacaciones. Por lo que la idea de estar durmiendo en el suelo con insectos a mí alrededor no era precisamente lo que tenía en mente como mis “soñadas vacaciones”. Hasta último momento no pensaba ir, tenía la decisión tomada, hasta que alguien dijo: “Estás a noventa minutos de tu casa, si no te gusta, te devuelves”. No quería desperdiciar ninguno de mis pocos días haciendo algo que no me complaciera así que la idea de “si no le gusta, le devolvemos su dinero” me motivó a ir. Eso, y estar con mis amigos. No me arrepiento de haber tomado aquella decisión. Creo que fui el que mejor lo pasó. Mis amigos coinciden en eso.



Al no tener electricidad para la música, los maestros chasquillas de mis amigos compraron una batería y acondicionaron unos parlantes de computador para tener buena música para cuando quisiéramos. Eso y pendrives hinchados de canciones. Punto aparte comentar que esa batería pesaba como el demonio.


Al llegar acampamos e hicimos los preparativos para comer y beber. En eso se puede resumir nuestro paseo: mantener el fuego para las sopas, fideos, café, mate y hierbas varias; ir helar las cervezas y melones al río, ¿se puede llamar vacaciones a un paseo sin su melón con vino? No lo creo. Fue entretenido. Por las noches, todos abrigados frente una mesa con traguitos conversando, haciendo juegos pelotudos y penitencias aún más pelotudas. No vi arañas (por suerte) ni ratones ni nada de eso, sólo una cantidad bíblica de abejas y avispas y yo, santiaguino de tomo y lomo, me sentía muy incómodo frente a eso, al menos las primeras horas; luego de un rato te acostumbras a comer agachado, en una mano el tenedor y en el otro un paño para espantar las avispas. Cantamos a todo pulmón frente al río Maipo mientras oscurecía, conversamos de todo sin hacer asco a ningún tema, por estúpido o profundo que este fuera. Aprendimos a conocernos mejor. Tuvimos una piscina gigante para nosotros seis solitos. Un verdadero lujo.



Dentro de las muchas cosas destacables sobresalen un perro con mirada vacua que era la versión canina del hermano de una amiga; llegaba a dar escalofríos lo idénticos que eran. Y los coquelis… sólo espero poder olvidar algún día eso. Eso y el exhibicionismo de Plus. Y la linterna fálica.


El tiempo, como ustedes supondrán que pasa en estos casos, pasó volando. Los tres días y sus dos noches fueron suficientes para todos. Además, creo que ese viaje nos cambió en algo. Aprendimos a valorar nuestras cosas más básicas que, por lo mismo, por ser básicas, no nos percatamos: el poder tener agua hirviendo en tres minutos, el baño a un par de pasos, una cama cómoda y limpia. Cosas que damos por obvias las aprendimos a valorar al regresar al hogar.

Cuando llegué a mi casa, fue como volver luego de un retiro espiritual, y en parte así fue. Mi madre me esperaba con un suculento plato casero sin nada de fideos (tuvo que pasar un buen tiempo para volver a comerlos), su rica cerveza que tenía helando desde antes que partiera… todo esto, eso sí, después de una larga ducha caliente. Y a acostarse.

Al día siguiente, hambriento de carne, fui al supermercado a elegir que quería almorzar. De desayuno comí huevos revueltos con tocino. Al almuerzo sus bistec gordos con tocino y champiñones acompañados con papas fritas. A la noche sus tiras de jamón serrano. Todo acompañado con cervezas artesanales. Sólo así se me quitaron mis cavernícolas ganas asesinas de comer carne a destajo.


Al segundo día de vuelta en Conchalí, fui al Ocean Pacific a comerme una rica paila marina especial: súper buena y una rica Grolsh. Por la tarde, ese viernes, cayó una lluvia apocalíptica y yo, en un bus camino al Quisco para juntarme con Daniela. Antes, eso sí, pasé a comprarme el sexto y penúltimo libro de la saga de Stephen King “La Torre Oscura” para ir leyéndolo mientras tanto. Sólo pude leer los primeros capítulos, luego apagaron las luces. Afuera del bus, todo era oscuridad.

Al llegar, como no conocía el lugar, caminé muchísimo sin encontrar a Daniela. Cuento corto: estaba bien donde me había bajado, pero como no quise consultar con nadie, me recorrí toda la bahía del Quisco. Luego, al devolverme, ella esta esperándome. Fuimos a los video juegos como mandan las leyes al estar en la playa, compramos bebestibles y partimos a la casa a pasarla bien. Al día siguiente, pude cumplir uno de mis caprichos que durante todo el año deseé hacer: echarme frente al mar con un libro para leer. Y por gracia divina los dos días estuvieron precisos.


De vuelta en Santiago, de nuevo, pasé un domingo familiar en casita. Como podrán haberse percatado, lo que menos hice en mis vacaciones fue descansar. Pero valió la pena. Hice lo que no puedo hacer el resto del año. En mis días libres puedo ser un holgazán y estar acostado todo el día leyendo, viendo películas o jugando play. Siento que fueron unas buenas vacaciones. Y lo mejor de todo es que tengo dos semanas de vacaciones guardadas para poder usar cuando guste.


Ahora estoy enfocado en mi trabajo y en escribir y crear. Estoy un poco oxidado, pero pronto las palabras empezarán a salir solitas. Necesito mantenerme ocupado porque hay situaciones desagradables de las cuales debo alejarme. Luego les contaré.

Eso sería. Si lograron llegar hasta acá, se les agradece. Ahora opinen.

Saludos y hasta el próximo reporte. Este es Marcólico despidiéndose.

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20 de abril de 2008

Epílogo

Cuando escribí la entrada anterior, sobre como conocí a Verónica, lo hice de un tirón. Rara vez puedo empezar a escribir algo para terminarlo de inmediato. Usualmente pasan días antes de poner el punto final. Esta vez no fue así. Las palabras fluían entre mis dedos frente al monitor sin ninguna traba. Verbalicé ideas, recuerdos y sentimientos como no me creía capaz. Para mí todo lo escrito ese día tenía la extraña sensación de déjà vu, probablemente por el hecho de que mi mente llenaba los espacios vacíos entre lo escrito y lo vivido. Lo escribí, dicho sea de paso, para poder cerrar un capítulo: mi terapia personal. Y me resultó. Logré alejar la imagen de ella y yo en un pub sin hablarnos (una de las cosas que más me duele es que alguien a quien yo he querido, no me hable y actúe como si fuese un desconocido al toparnos).

Di vuelta la página y seguí con mi vida.

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Era domingo, estaba en el trabajo, solo, conectado a MSN por una página que no conocía (en mi pega están bloqueadas casi todas las páginas de ocio así que no podía ocupar MSN), cuando ella se conectó. Esto no pasaría de lo anecdótico (siempre la veo conectada) sino fuera porque me habló, un simple “hola”. Le respondí el saludo. Empezó una conversación típica e inofensiva: que cómo estás, que qué has hecho, que si hay alguna novedad, que cómo van los estudios, etc. Nada fuera de lo común. Me extrañaba lo care´ raja de la situación, mas lo atribuí a lo complicado que es entablar conversación con alguien a quien sabes que has dañado.

Ahora es donde viene lo tragicómico, la comedia negra. Sírvanse a disfrutar de uno de los finales más raros que me ha tocado vivir:

Cuando empecé a notar que la conversación no iba hacia ningún lugar, hice las preguntas que necesitaban ser hechas. La primera, para tantear terreno, fue: “¿te hiciste un tatuaje?”… la respuesta fue negativa. Después pregunté: “el viernes 21 de Marzo, ¿fuiste a un pub que está en Independencia, el Moe´s?”. Otra negativa. Luego de reírse despreocupadamente, fue ella quien preguntó si acaso había visto un clon suyo en ese lugar. Mierda, me sentía como en un episodio de “La Dimensión Desconocida”. Toda la paja mental procesada y rumiada una y otra vez desde esa noche por nada. Sólo por una persona que se parecía. Al menos eso es lo me dijo ella, que nunca se ha hecho un tatuaje, que no estaba allí ese día, que además se cortó y tiñó el pelo de forma diferente a la habitual.

Me gustaría creer que es verdad, que no era ella, que sólo fue un error por las luces suaves del local, pero me niego a pensar que me pude equivocar tanto; que sus gestos, que tan bien conozco, estaban en otra persona, que su manera de andar y sentarse, hasta la forma de limpiar sus lentes, no eran sino coincidencias. Lo más fácil sería creerle y dejar de lado todo este capítulo; tendría una historia graciosa que contar. En el futuro describiría la cara de idiota que debí haber puesto al ver su hombro derecho libre de tatuajes. Pero no será así. Siempre tendré la duda. Y aunque no existiese el tatuaje, pensaría que era uno no permanente o que mi vista me jugó una mala pasada y que creí ver un tatuaje cuando pudo ser otra cosa. Pero nunca pondré en duda que era ella. No pude confundirme tanto durante las tres o cuatro horas que la vi, por muchas cervezas que haya terminado bebiendo.

Y saben que es lo más gracioso de todo, que independiente de TODA esta historia, aunque nada de esto hubiese ocurrido, nada justifica tres meses de alejamiento. Así que para el caso es lo mismo: conocí a alguien que marcó una parte importante de mi vida y hoy sólo tengo el recuerdo de ella en un pub sin dirigirme ni una mirada. O en la realidad, si prefieren: conocí a alguien que marcó una parte importante de mi vida y hoy sólo tengo el recuerdo de ella sin dirigirme palabra durante tres meses.

Como pueden ver, este es el epílogo de la historia. Una historia que empezó siete años atrás como un regalo y que terminó con un asalto en donde perdí algo más que cosas materiales. Pueden elegir el final que más les agrade. El real o el que yo creo que fue.

Eso es todo lo que puedo contar hoy. Lo que venga mañana (¿una segunda parte, tal ves?), no lo sé.

18 de abril de 2008

Historia Mamona

Desde el primer momento que conocí a Verónica, me gustó. Y mucho. Casi como amor a primera vista. Esto fue, para poner en contexto, por septiembre u octubre del 2001. Estaba cursando segundo medio y vivía por primera vez fuera de mi comuna natal, Conchalí, para estar en San Bernardo. Fue en uno de esos grupos tipo pastorales como el EJE. Ese día en especial, un viernes, se debía ir con los padres. Nos separaron en grupos de cinco o seis personas y nos dieron un tema para conversar. Recuerdo estar leyendo una hoja que nos entregaron sin preocuparme por el resto de las personas; ese día estaba cansado porque, durante la mañana, en el colegio, había disertado y fue un largo día ya que hubo clases hasta las seis y media de la tarde. Estudiaba en Providencia y el EJE era en Quilicura. Estaba, en verdad cansado, pero no por eso andaba desaliñado; salvo las ojeras, estaba tal como había salido por la mañana desde San Bernardo: vestido con un terno gris regalado; demasiado fuera de tono para un pendejo de quince años, más aún si agregamos un maletín y mi cara de viejo chico. En eso estaba, leyendo, cabeza gacha, antebrazos apoyados en mis piernas abiertas cuando, poco a poco, empecé a levantar la vista. ¿Han visto en las películas, la típica escena “chico conoce a chica”? Esa en donde el tiempo se detiene un segundo para luego volverse una cámara lenta mostrando a “chico” con cara de idiota y a “chica” sonriendo, ojos brillando y el pelo moviéndose de manera irreal (como en los comerciales de shampoo), mientras de fondo suena una canción pegote y semi romántica. ¿Saben a que me refiero? Apostaría mi cabeza a que sí; escenas como esas están plagadas en el cine. Algo así me sucedió esa vez. No al pie de la letra, claro está. No dudo que por mi parte sí había una cara de idiota, pero ella no era (ni es) Meg Ryan ni se le movía el cabello ni había una canción para salir tarareando después de eso. Mejor les cuento cómo vi todo. Cuando alcé la vista, mi cabeza seguía repasando lo leído y lo sucedido durante el día por lo que no me percaté de inmediato en ella o, mejor dicho, no procesé lo que estaba viendo: una niña de mi edad, delgada, con lentes, pelo negro y ojos sonrientes. Allí fue cuando el tiempo se ralentizó, el ruido ambiente disminuyó y mi mente cinéfila agregó una melodía mamona. Era ella y yo frente a frente. Nada más, ni luces, ni gente alrededor, ni cansancio. Sólo ella llenando mis sentidos (tan cursi como lo leen). En alguna parte de mi conciencia había una voz que me decía: es ella, la que siempre buscaste, la que siempre faltaba, la que te hará ser un mejor hombre, la que te visitaba en sueños con promesas de días felices; es ella, a quien extrañabas sin conocerla, sabiendo que estaba en algún lugar del mundo, esperándote y ¡mira! Está frente a ti, sonriendo, a un par de metros de distancia, al alcance de tus manos; eres un hombre afortunado, de todos los lugares del mundo, está aquí, frente a ti y sabes que es ella, sino ¿cómo explicar la sensación de que la conoces desde siempre? Es ella, no hay duda, lo sabes y probablemente ella también lo sepa. Háblale, ve y dile lo feliz que estás por al fin conocerla, cuéntale de tus miedos a no encontrarla jamás y seguir sólo, sin el complemento que te haría un ser completo; dile que de hoy en adelante todo será miel sobre hojuelas, tardes de otoño caminando juntos sin sentir el frío, conversaciones eternas sin cansancio, dile, en definitiva, lo agradecido que estás de que esté frente a ti. ¡Hazlo! Obviamente, nada de eso fue dicho, al menos en esa ocasión. Lo que sí sucedió fue que le sonreí y hablamos (y mucho), dejando de lado a las personas que se encontraban a nuestro alrededor. Tenía opinión, eso me gustó. Al igual que yo, le gustaba leer. Por fin conocía a alguien con quien conversar sobre temas que yo consideraba interesantes. Supongo que por eso congeniamos tan bien; a esa edad (y a cualquiera) es difícil encontrarse con alguien con quien compartir ideas sobre temas que a otros no les interesa. Y conforme iban pasando las semanas, logré conocerla y saber que tuve razón al sentir que era ella a quien yo necesitaba. Lo que sigue después se puede resumir de la siguiente manera: supe de una manera abrupta que estaba pololeando, pasaron los años, esa relación terminó, cada cierto tiempo nos juntábamos y aprendí a quererla, creo también que me enamoré de ella, pasé penas de amor, pasaban meses que no nos veíamos y cosas así. Pero siempre que nos juntábamos la pasábamos bien. Hubo secretos y confesiones. Fue bonito, no me quejo.

La segunda semana de enero de este año, vino a verme, les presenté a mis amigos y luego, al ir a dejarla al paradero nos asaltaron. Desde ese día, que perdí todo rastro de ella hasta que me la topé en un pub cercano a mi casa. Ella no me habló, ni siquiera un saludo.

Esa es mi historia, está llena de momentos memorables que me gustaría contar en otra ocasión. Pero por el momento quiero que entiendan esto: conocí a alguien que marcó una parte importante de mi vida y hoy sólo tengo el recuerdo de ella en un pub sin dirigirme ni una mirada. El resto, como diría Zambra, es literatura.

P.D.: Dudé mucho en si debía o no subir esto, sobre todo sabiendo que involucraba a terceros. Pero es mi historia, bajo mi perspectiva, tan real y certera como puede ser algo comentado desde sólo un punto de vista. Espero no causar malestar en la aludida. Ahora, si quieren dejar sus opiniones, no me molestaré. Gracias por su tiempo.